Mi infierno animesco en esta temporada otoñal es Makoto Shinkai. Hace unos días asistí a una doble sesión de cine para ver en la gran pantalla tanto su nueva magnum opus, Kimi no Na wa, como su última película estrenada este verano, Tenki no Ko, titulada en España “El Tiempo Contigo”. Las cintas me dejaron tibio, pero la experiencia me llevó a maquinar. Una pregunta, antaño esquiva, ahora inevitable acaparaba mi mente: “¿Le ha merecido la pena?”. Y entre tanta cavilación, logré a traer a mi memoria que, aunque no lo parezca, soy redactor en un blog de anime. Bienvenidas a Aki No (hay) Anime, damas y caballeros.
Yo ya había tenido la oportunidad de someterme a Kimi no Na wa en el cine hace un par de años, y creo que en este punto casi sobra decir que no fue de mi agrado. En su momento generó un revuelo del que es difícil señalar precedentes, y que ocurrió tanto dentro como fuera de la comunidad otaku, sirviendo de gasolina para acaloradas reseñas, como la publicada en esta misma casa por nuestro tránsfugo y felón redactor jefe (con cariño, eh) en las que se proclamaba haber encontrado la quintaesencia del anime. Ver ese desenfreno colectivo me hizo querer cerciorarme, pues hasta el momento consideraba a Shinkai un buen director, pero no un gran director. Tras visionarla mis sospechas se confirmaron: el éxito de la cinta no se debió a la intervención divina, sino a haberse entregado de lleno al cine de masas, siendo una obra que distaba bastante de las que nos tenía acostumbrados. No es como si este director se hubiese dedicado a la serie B antes de hacer esta película, pero sin duda sus trabajos tenían un talante muy diferente, más introspectivo, lento y melancólico.
En Kimi no Na wa se nos cuenta la historia de dos alumnos de instituto: un chico de Tokyo algo asilvestrado y una chica de un pueblo perdido de la mano de Dios que desea escapar del ambiente opresivo del lugar, y cómo sus cuerpos se intercambian durante días completos de forma ocasional, pudiendo experimentar la vida del otro. Lo que en un principio podría ser una forma curiosa de tener la oportunidad de sopesar los pros y los contras de estilos de vida antagónicos, queda relegado a un segundo plano a favor de un romance poco desarrollado y una trama apocalíptica que, si bien está finamente urdida y complementada con lo que se ve durante la primera mitad, termina aportando bastante poco al mensaje de la película, si es que lo tiene. Los personajes son muy planos, siendo la única a la que se le da cierto dualismo la chica protagonista; la historia de amor insulsa, con las interacciones entre los dos personajes principales estando bastante limitadas por la propia premisa; y el tono bombástico, anulando el espacio reflexivo y dejándolo todo al drama con algunos retazos cómicos admisiblemente buenos.

En general no fue ninguna aberración, y creo que hasta me resultaría complicado enmarcarla como una mala película, pero es difícil negar un enorme potencial desperdiciado para poder triunfar entre el gran público. Es una historia muy adolescente, baladí y que no cumple ni sus aspiraciones como romance. Por otro lado, su apartado visual es magnífico, con un guion gráfico espléndido y comunicativo en lo visual además de una animación fluida. Eso es, por supuesto, un mérito de la película, pero cuando es lo mejor que se puede decir de ella está claro que hace aguas. Cuando se anunció El Tiempo Contigo, la nueva película de su estudio, sentí una gran curiosidad por ver si retomaba su línea de trabajo anterior o si repetía la fórmula de su predecesora, que había demostrado ser efectiva tras convertirse en una de las películas animadas más recaudadoras de la historia del cine. ¿El resultado? Pues como diría un pseudointelectual, “ni sí, ni no, sino todo lo contrario”.
El Tiempo Contigo narra las peripecias de Hodaka, un chaval que vive en una de las numerosas islas casi deshabitadas de Japón y que a sus dieciséis primaveras decide escaparse de casa, embarcarse y probar suerte en Tokyo. Como era de esperar, la cosa sale regular y tras un golpe de suerte consigue comenzar a trabajar limpiando en una empresa dedicada al noble arte del ciberanzuelo. Es entonces cuando conoce a Hina, una chica huérfana que posee el poder de hacer que la lluvia escampe durante algunos momentos cuando reza. Juntos, montan un negocio en base a su habilidad con el que poder ganarse la vida.
La premisa es bastante interesante, y saben desarrollarla con destreza. Me recuerda a una versión más optimista del cine quinqui, algo realmente complicado de encontrar en anime. Por si fuera poco, el desarrollo de personajes es bastante profuso, y en especial el de los secundarios, algo difícil de ver en obras del director. El componente sobrenatural empieza siendo poco intrusivo y dando un punto de partida interesante para el desarrollo de la historia. Para poner la guinda, toda la acción es arropada por un sentido del humor mordaz y muy bien marcado temporalmente. La primera mitad del filme es espléndida, sin paliativos. ¿Y qué pasó después? Que Shinkai quiso replicar Kimi no na wa.
Quizá estéis hartos de que use analogías taurinas en el blog, pero en este caso sólo soy capaz de comparar esta situación con Curro Romero: es capaz de torear de forma magistral en los prolegómenos pero cuando llega la hora de la verdad no sabe rematar la faena, y huye despavoridamente mientras el público le tira almohadillas. Pues Curroshinkai hace lo mismo. A partir de la segunda mitad, la estructura de la película es un calco punto por punto de la de su anterior cinta.
Paso 1: El elemento sobrenatural se explica mediante mitología sintoísta y revela malos augurios para la chica.
Paso 2: Ella «muere».
Paso 3: El chico se obsesiona y trata de salvarla utilizando su conocimiento del mito.
Paso 4: Se produce una gran algarabía final y todo sale bien.
Paso 5: Separación durante unos años.
Paso 6: Reencuentro fortuito lacrimógeno y fundido en negro.
¡Si por repetir hasta repite la cursilería de tener personajes llorando sin darse cuenta!
Gracias al cielo, la trama es ambas películas es bastante diferente y esto no es demasiado notable, pero el calco de su fórmula de la victoria es difícil de negar, a pesar de que en esta ocasión de victoria tuvo poco. Y es que a pesar de todos los excesos por los que puedo meterme con Kimi no Na wa, su fórmula narrativa le funcionó bastante bien, la sucesión de eventos fue diegética y la victoria del protagonista se debió a su ingenio para manejar la situación y a su coraje para afrontarla. En cambio, para que cuadrase en esta ocasión, Curroshinkai se ha visto forzado a darle una importancia desmedida al elemento sobrenatural, haciendo que el problema se resolviese por arte de magia y no por ningun plan de los propios personajes, y centrando el desafío final en la absurda y larguísima huida de Hodaka de la policía de Tokyo, que es tan incompetente que parece la de Montequinto. De nuevo, todos los elementos de interés – como la obscenidad del negocio al que se dedicaban los empleadores de Hodaka o lo que significa vivir en exclusión social – quedan cercenados o explorados muy someramente en pos del drama ñoño. Por si fuera poco, la aventura de la pareja acaba además inundando todo el centro de Tokyo, enseñándonos así que el amor de dos jóvenes vale más que la vida de media ciudad. A Stuart Mill le daría un aneurisma viendo esto.

Esta nueva obra de Curroshinkai es difícil de clasificar. En ella he visto un ansia de intentar de buscar algo nuevo, de superarse, pero también un miedo desmedido que le ha impedido romper con lo anterior, y que me dejó con un resgusto muy amargo. El cómputo general me parece mejor que el de Kimi no Na wa, ya que aquí hay al menos un interés por hacer algo menos manido y con más chicha, pero estar un peldaño por encima de la mediocridad creo que no hace honor a un profesional de su talla. Durante muchos años, Curroshinkai ha escrito y dirigido obras más intimistas, que aplicando su – por suerte aún presente – particular estilo de dirección y fotografía ofrecían una visión más sosegada y reflexiva de temas románticos. Recuerdo al Shinkai sobrio y triste en el tono, que nos hablaba de relaciones condenadas a fracasar. Recuerdo sus cortos sobre la distancia, tan diferentes a cómo tratan el tema directores occidentales. Recuerdo la primera vez que vi Cinco Centímetros por Segundo y me suscribí para los restos como seguidor suyo. Sin embargo, tampoco deseo que nada de esto vuelva, eso sería caer en una redundancia que ya se dejaba entrever antes de su deriva actual. Y de ahí nace la pregunta que me lleva acompañando desde entonces: ¿le ha merecido la pena? Aparte de llenar su faltriquera, ¿va a aportar algo este nuevo rumbo a su carrera?
A pesar de haberme dado tantos disgustos últimamente, confío en que la respuesta sea un «sí», y que este cambio le lleve eventualmente a nuevas cotas artísticas en el futuro. El verle dar un cambio tan sustancial me crea incluso más expectación por sus obras venideras, y el éxito de estas películas al menos nos asegura que ocurrirán más pronto que tarde. Si algo bueno podemos sacar de mi abyecta comparación, es que ser currista significó ser sujeto de sufrimiento pero también de mucha gloria, y estoy convencido de que a este director le queda aún mucha gloria por traernos. Seguiré atento a la cartelera, Curroshinkai.
Para finalizar, me gustaría llamar vuestra atención sobre la reseña de El Tiempo Contigo que ha publicado mi querido amigo y teórico de la cultura otaku David M.G. en su blog Estudio de Manga. Aporta un enfoque más analítico sobre la obra, desentrañando aspectos significativos ocultos en el lenguaje cinematográfico y haciendo una lectura más precisa de ciertos elementos de la trama. Muy recomendable, al igual que todas sus publicaciones sobre obras de este director.
Una respuesta a “El infierno del nuevo Makoto Shinkai”