Opinion

Un otaku en confinamiento

No es ningún secreto que Puente Viejo es el mejor anime de lo que llevamos de siglo. Ya lo dije en nuestra última entrada de preguntas y respuestas, y muchos no quisisteis creerme. Para ser sincero, tampoco es que yo fuera un espectador asiduo, pero este amargo confinamiento ha cambiado mis hábitos, y ha coincidido además con la temporada final de la serie. Las apuestas han subido. Es 1931 y la República ha vuelto al pueblo, con sus defensores y sus detractores, y Alicia como la nueva alcaldesa. No me extrañaría que todo el revuelo acabara con la vida de doña Francisca en los últimos episodios. La cosa no podría ser más emocionante.

También me he enganchado mucho a Amar es para Siempre. Esta serie sí que la veía cuando podía, que era la minoría de los días entre semana, aunque por suerte se le coge el hilo rápido. «Todos los días algún fregado», pensaba yo. Claro, ahora que no hay fregados más allá de los literales tengo tiempo de dedicarme a estos menesteres. Con esta estoy incluso más implicado emocionalmente que con Puente Viejo. Sólo esta temporada hemos visto el arco de redención de Manolín, el de Lourdes, la guerra de ingenios entre Curtis y Xabela y hasta hemos visto retomar su relación a Luisita y Amelia. Cada día a las cuatro y media me apalanco en el sofá a verla pese a todo. Pese a los ronquidos vespertinos de algún familiar. Pese a los insufribles anuncios edulcorados y chovinistas de Antena 3 sobre la cuarentena. Pese a tener que verle la cara a Luis Rallo. Quizá influenciado por el peligroso discurso del «resistiré» que inunda los medios generalistas, veo la serie todas las tardes.

Soporto el confinamiento bastante bien a nivel personal. Al ser estudiante me paso los días leyendo filosofía y escribiendo fanfics de Idolmaster. En mi casa da la luz del sol, estoy acompañado, y mi zona no es de las más afectadas por el coronavirus en mi país. Además soy casero por naturaleza, así que ni siquiera tengo muchas ganas de salir por ahí una vez que esto acabe. Aun así, esta situación me genera un gran desasosiego, por un lado por empatía hacia los que viven hacinados y en oscuridad, y por otro a causa de la incertidumbre de qué pasará al salir. El mundo no va a ser el mismo, para bien o para mal. No os voy a mentir: me alegro mucho de que esta tragedia nos haya caído con un gobierno de izquierdas en España, que pese a su actitud timorata y sus desaciertos, ha puesto la seguridad del grueso de la población, sanitaria y de subsistencia, como principal prioridad. No quiero imaginar qué hubiera pasado si hubiéramos tenido una coalición entre conservadores y extremistas, que detrás de su arenga nacionalista, no esconden más ideología que el «sálvese quien pueda». No hay más que ver las vergonzosas reacciones institucionales en Reino Unido, Bolivia, Chile, Brasil o en EE.UU, escudándose en la «economía» para hacer una limpieza de clase. Que se mueran los pobres. Menos votos en contra.

A pesar de todo, aquí no estamos fuera del peligro. Desde la extrema derecha se emponzoñan las redes a diario bajo cuentas falsas, se miente descaradamente mediante sus cómplices en los medios de comunicación y se ha acusado a los militares y fuerzas del orden de deslealtad a España, quizá intentando que algunos sean verdaderamente desleales —no a su concepto de España, sino a su juramento— y decidan levantarse en armas como en el 36. También en el 36 debutaba un gobierno de coalición de izquierdas. El sentido pendular de la historia es escalofriante, espero equivocarme y poder reírme en unos años de estas palabras.

El acervo de esta derecha trasnochada no es sólo neoliberal y nacionalista, sino como siempre ocurre con estos movimientos, profundamente antiintelectual y contrario a la cultura. Este confinamiento ha sido su caldo de cultivo perfecto; ahora mismo los teatros, los cines y las librerías están cerrados, y muchos de ellos con graves problemas económicos que van a hacer insostenible su continuación. Este es su sueño. La destrucción de la cultura es uno de los pasos hacia el fascismo. Un pueblo sin ella es un pueblo manipulable, y que en esta situación se nos aboque únicamente a la que está dentro del marco de consumo capitalista, reducéndola a las series o películas del momento o a literatura servil es una estrategia. No me olvido de que Aki no Anime, aunque por enésima vez no lo parezca, es un blog de anime, así que voy a centrar mi discurso en esto de una vez.

Ya que me he puesto en modo bolchevique del todo, os hago tres recomendaciones animescas acordes. La primera es Niea Under Seven, una excelente y desconocida serie del gran director Takuya Satou —al que quizá conozcáis por haber dirigido Steins;Gate— que retrata mediante una comedia costumbrista la historia de una chica que intenta buscar un sitio en el mundo, hablando de la importancia del apoyo mutuo en la exclusión social. La evolución de Mayuko es dura y realista, pero esperanzadora, y la convirtió fácilmente en una de mis protagonistas favoritas de este medio.

La segunda es Tamako Market, de la cuál ya os ha hablado nuestro «redactor jefe» (cada día se merece menos el apelativo, menudo felón) en una entrada que podéis leer aquí. Esta serie de Kyoto Animation, dirigida por nuestra querida Naoko Yamada, tiene un cariz mucho más dulce, tratando del día a día de una chica que trabaja en la tienda de mochis de su familia, situada en un mercado. A pesar de que sus arrebatos de realismo mágico que puedan alejar a algunos, trata muy bien el tema del arraigo, en este caso a un barrio, y el orgullo del trabajo artesanal, que como decía Marx en los Manuscritos de París otorga mucha más humanidad que el mecanizado.

Y la tercera, por supuesto, no podía ser otra más que el clásico indispensable que es Ginga Eiyuu Densetsu (La Leyenda de los Héroes Galácticos), que entre sus muchísimas virtudes muestra cómo, incluso detrás de las sonrisas amables y los supuestos valores republicanos de las democracias liberales, la población acaba siendo poco más que una mercancía. Muy apropiado en estos tiempos de coronavirus para no olvidarnos de caminar sin miedo y con memoria.

De todo corazón, os deseo lo mejor en estos tiempos convulsos. Un abrazo y mucha fuerza.

4 respuestas a “Un otaku en confinamiento

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