Día de los Inocentes · Fanfic

El Isekai Constitucionalista

Gracias a este blog muchas conocéis mi faceta como periodista, pero siendo redactor de una publicación tan distinguida como Aki no Anime naturalmente albergo bastantes inquietudes intelectuales. Para celebrar un día tan señalado como hoy, os traigo en exclusiva el primer capítulo de mi flamante novela ligera, titulada ¿¡Puedo ignorar los Convenios de Ginebra con mi hermana pequeña en un isekai de centro derecha liberal-conservador!? y abreviada cariñosamente como IseDere.

La historia gira en torno a Gonzalo Peñavieja, un heroico estudiante de instituto que tras una serie de desafortunadas circunstancias viaja a un mundo paralelo en el que tiene la oportunidad de granjearse el afecto de su hermana Águeda, la cual le repudia en su dimensión. La publicación comenzará a serializarse en el suplemento cultural del diario ABC el 29 de febrero del próximo año, así que espero que podáis soportar las ganas de ver cómo continúa esta incestuosa comedia romántica durante un par de meses. Sin más preámbulos, os dejo con mi nueva obra. ¡Espero que la disfrutéis!


Despertar nunca es agradable. Más allá de ser arrancado de los brazos de Morfeo y tener que salir al mundo exterior, la vigilia siempre aviva en mí un amargo recuerdo. Sin permitirme tiempo para reflexionar saco mi uniforme del armario, me visto con automatismo y corro a lavarme la cara. Por mucho que trate de evitarlo, la mirada que me devuelve el espejo me reconcilia con mis pensamientos.

Hace mucho que perdí la esperanza. Ya de pequeño dejé de creer en ilusiones como los Reyes Magos o la niña de Rajoy, pero a sus diecisiete años Gonzalo Peñavieja ha perdido la fe en esta sociedad al completo. Este país, antaño próspero y estable, se ha entregado a una degeneración que avergonzaría a nuestros antepasados. Antes sólo los discursos sensatos tenían cabida en la sociedad, pero ahora campan a sus anchas comunistas, negros, sarasas y hasta “mujeres” con pene. Gente disoluta que, por algún motivo, ahora dirige nuestra bella España. Intento no pensar en ello y desmarcarme de mi entorno, pero cada día temo que esta depravación llegue a mi propia familia.

Aunque lo mire como lo mire, no es hora de seguir rumiando este tipo de ideas, tengo que darme prisa o llegaré tarde al instituto. Doy una voz para llamar a Pilar, nuestra joven criada.

— Pilar-san, me voy a clase. Hazme la cama y limpia un poco mejor este baño, que hay roña pegada al lavabo, eh.

— ¡E-enseguida, goshuujin-sama!

Pilar es un cielo. A pesar de ser nuestra criada, la trato como si fuera de la familia. Es una chica poco mayor que yo, de unos veinte años, pero mucho más diligente y ordenada de lo que yo podría soñar. Si hubiera más mujeres como ella en el mundo, otro gallo cantaría.

Bajo las escaleras por parsimonia y me encuentro en el salón al polo opuesto de nuestra criada. La saludo guardando las distancias.

— Buenos días, Águeda.

— Oh… hola, Gonzalo —espeta, levantando la vista de la pantalla del móvil—.

Sentada sobre el brazo del sofá cruzando sus piernas rollizas, descubiertas por la minifalda azul de su uniforme, se encuentra mi hermana Águeda Peñavieja, de quince años. Nada más terminar de saludarme, devuelve la mirada a su teléfono pese a seguir yo en la habitación, algo que me irrita sobremanera. Águeda ha cambiado mucho con el paso de los años. Pese a haber sido una niña modosita, educada en la más estricta moral católica y en los mejores colegios privados, se ha vuelto algo pasota y contestataria.

Desde que empezó la secundaria comenzó a juntarse con malas influencias y el año pasado dejó de acompañarnos a la iglesia y a los mítines del PP. ¡Hace poco incluso manifestó interés por la bacanal homogay que se va a celebrar en la ciudad! Me apena mucho ver su actitud, aunque sé que por mucho que intente ocultarlo, sigue siendo la misma chica tímida que decía querer casarse conmigo cuando éramos niños. No hay duda de que se ha convertido en toda una mujer, pero hay cosas que nunca cambian.

— Date prisa o llegarás tarde a clase.

— Hoy entro un poco más tarde, por ser el último día —responde, echandose detrás de la oreja un mechón de cabello rubio ceniza—.

— Qué suerte tenéis, yo sigo teniendo que ir a primera hora para preparar la selectividad.

— Bueno… ánimo, ya te queda poco.

Levanta la vista y me sonríe. Le cuesta horrores admitirlo en público, incluso delante de nuestros padres, pero todavía me tiene mucho cariño. Me encantaría poder enderezar su camino, pero me temo que debo conformarme con esto. Me acerco y le acaricio la cabeza, sintiendo el tacto de su pelo bajo mi mano. Por desgracia, no se lo toma muy bien.

— ¡Pe… pero qué haces, idiota! ¡Vuelve a hacerlo y te piso la mano!

— ¡Oye! Antes te gustaba que te acariciase así.

— ¡Sí, tú lo has dicho, antes! ¡Respeta mi espacio vital, no me oprimas! —me grita, corriendo escaleras arriba—.

Derrotado un día más, no me queda otra que salir para el instituto. Nada más abrir la puerta la temperatura de la calle me aplatana. De alguna forma, había olvidado que estamos ya a finales de junio y el calor no da tregua. La luz del sol, deslumbrante y enfermiza, tiñe las calles de un color pálido insufrible. Transito por un camino que conozco demasiado bien, el que lleva al colegio Nuestra Señora de la Piedad, sumido en mis pensamientos; hasta que oigo una gran algarabía a mi izquierda. El ruido va ganando volumen y consistencia a cada paso que doy. De repente, oigo un grito desesperado.

— ¡Cuidado, cariño! ¡Apártate!

Giro mi cabeza, pero ya es demasiado tarde. A menos de dos metros de mí, un vehículo gigantesco abarrotado de maricones corre desbocado en mi dirección. Me quedo paralizado, recordando la advertencia que me dio mi hermana ayer sobre el ensayo general de la cabalgata del “orgullo” gay. Maldita sea. Por qué no me paré a escucharla. ¿Es este mi sino, morir arrollado por unos invertidos? ¡Me niego a irme del mundo así!

— ¡No! ¡No, jamás! ¡Por encima de mi cadá…!

Antes de poder terminar la frase, la carroza pasa por encima de mí. No… ¿de verdad es así como van a acabar mis días? Hasta ahora, el marxismo había coartado mi libertad, pero no imaginaba que fuera a matarme sin miramientos. Maldita sea. Mi cuerpo está agarrotado. Siento que mi conciencia empieza a desvanecerse, pero antes de perder el sentido pienso en ella, en mi hermanita… Águeda. ¿Qué va a ser de ella sin mí? Ojalá pudiera verla… aunque fuera… una vez más…

Negro. Todo cuanto percibo es un mar insondable de oscuridad. Empiezo a sentir que es el fin, cuando a lo lejos percibo una voz luminosa, al principio difusa pero que va haciéndose más clara con cada exhalación. Centro todos mis esfuerzos en escucharla, le doy forma lentamente hasta que por fin consigo entenderla.

Abro los ojos.

— ¡Onii-chan, levántate ya, que vamos a llegar tarde a misa!

Ante mis ojos, una chica rubia tira de mi brazo derecho. La reconozco de inmediato.

— ¿¡Águeda!? —respondí sorprendido—

No me lo creo, estoy vivo después de todo. En un intento por incorporarme y verla más de cerca, mi brazo extendido toca accidentalmente su abultada delantera. Se produce un silencio incómodo que, pese a durar apenas un momento, se siente eterno. Ruborizada, gira la cabeza.

— Disculpa, no era mi intención…

— N-no te preocupes… no debería haberte tirado del brazo… —susurró, demasiado abochornada para molestarse—.

— Estoy… ¿en casa? ¿Pero qué ha pasado?

— ¿A qué te refieres?

— ¿No me atropelló una carroza? —dije, provocando la risa de mi hermana—.

— Qué sueños más divertidos tienes, onii-chan. Además, queda mucho para la cabalgata de Reyes todavía.

Le devuelvo la sonrisa incorporándome sobre la cama; creo que es mejor no sacarla de su suposición. Ella se levanta, dejándome ver algo que me dejó perplejo. La blusa blanca que lleva es una que he visto infinidad de veces pero hay un cambio sustancial que no se me escapa: lleva una falda negra bastante más larga que las que suele vestir, no dejando ver más allá de sus rodillas al estar erguida.

— ¿Vuelves a llevar la falda como antes? Papá y mamá se van a llevar una alegría.

— Pero si siempre la he llevado así… además, no sé por qué me miras tanto.

— Esto es un poco raro, Águeda. ¿Además vienes a misa? Creo que te estás quedando conmigo.

— P-pero… ¿por qué me dices estas cosas? Siempre vamos juntos…

El panorama empieza a ser kafkiano. Me levanto de la cama y miro por la ventana. Todos los balcones de la calle están decorados con rojigualdas impolutas, algo que no podría haber esperado jamás de este mundo insensato.

— Mira esto, Águeda. ¿Todos los vecinos se han vuelto españoles de bien de repente o qué?

— Pero si es obligatorio tener la bandera, onii-chan.

— ¿Obligatorio? No me hagas reír.

— Pero… es la verdad. Desde que el ejército del caudillo Abascal-sama tomó esta zona de la ciudad es obligatorio colocar la bandera en el balcón.

No puedo dar crédito a lo que oigo. Después de haber sido atropellado por esos invertidos… ¿he resucitado en un isekai en el que los valientes luchadores por la libertad se han alzado en armas contra el gobierno criminal? La fuerza de voluntad que tuve para seguir viviendo se vio recompensada… no podría sentirme más feliz. Sin pensarlo dos veces, corro hacia Águeda y le doy un abrazo mientras le acaricio la espalda, dejándola sin habla durante unos segundos.

— Ah… onii-chan… ¿p-por qué…?

— No sabría explicártelo, pero… me siento muy feliz ahora mismo. Gracias, hermanita.

De forma casi inconsciente, le doy un beso en la mejilla, ante lo que ella se aparta súbitamente evitando el contacto visual.

— ¡Idiota! ¡N-no puedes hacer eso! No está bien… —me grita, roja como un tomate— ¡A-antes de que se me olvide! Papá me dijo que tuviésemos cuidado de camino a la iglesia, según han comunicado los guardas se han visto algunos rojos por la zona últimamente. Aunque estén casi derrotados, siguen siendo peligrosos…

Quizá no sea lo más sensato, pero no puedo evitar sentirme eufórico después de escuchar eso. La idea de proteger a mi hermanita de los pérfidos izquierdistas me llena de orgullo. No pude salvarla de sus maquinaciones en el mundo del que vengo, pero no dejaré que eso vuelva a ocurrir ahora que tengo otra oportunidad.

— Tranquila, Águeda. No dejaré que te pase nada mientras estés conmigo —le digo clavando la mirada en sus ojos verdes. Me dedica una sonrisa cálida y asiente—.

Le digo a Águeda que me espere en su habitación, me visto y salgo de mi cuarto en busca de Pilar, que está sacando brillo a los blasones familiares. La criada es tal y como la recordaba, igual de radiante y sumisa que en mi mundo original.

— ¡Buenos días, goshuujin-sama! ¿Necesita algo?

— Buenos días, Pilar-san. Necesito que hagas mi cama y que me des la llave del armero de papá.

— Pero… su padre no me ha autorizado para…

— Es de suma importancia, Pilar-san. Necesito defender a mi hermanita de las hordas de rojos que acechan la iglesia. Imagino que como mujer lo comprendes, ¿verdad?

— P-por supuesto, ahora mismo voy a buscar la llave.

Pilar me abre el mueble situado en el despacho de mi padre, del cual saco una pistola que guardo en el bolsillo trasero de mi pantalón y un sable que me enfundo alrededor de la cintura. Quizá el arma de fuego hubiera sido suficiente, pero el poderío y la presencia del buen acero español es difícil de igualar.

Después de una existencia infeliz, llena de sinsabores y con un final trágico, el universo ha reconocido mi moral superlativa y ha decidido recompensarme. Pienso hacer honor a esta bendición que me ha dado la vida viviéndola de la manera en la que siempre quise hacerlo.

Dando una voz, le pido a Águeda que baje y me reúno con ella en la puerta.

— ¿Todo listo, onii-chan? —me pregunta, agarrándose a mi brazo—.

— Todo está atado y bien atado.


Por cuarto año consecutivo, feliz Día de los Inocentes, queridas lectoras.

2 respuestas a “El Isekai Constitucionalista

    1. ¡Me alegro mucho de que te haya gustado! La publicación del 28 de diciembre es tradición en este blog, y cada año nos ponemos más cerca del banquillo de los acusados. 😜

      También leí lo de la seiyuu de Mitsumine, nos lo veíamos venir pero aún así me entristeció bastante la noticia. No me planteaba volver a escribir sobre el tema porque no tengo mucho más que aportar, solo espero que le vaya muy bien en aquello a lo que se dedique y que pueda superarlo. Imagino que algo así tiene que dejar mella psicológica, por desgracia.

      También le deseo suerte a su nueva seiyuu, Mitsumine es mi tantou de Shiny Colors así que tengo bastantes ganas de escucharla. 🤙🏽

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