Opinion

El nomikai de la protocultura

Buenas tardes, seres de luz. Sé que hoy no tocaba entrada, pero antes de que penséis que he abandonado la ley del mínimo esfuerzo os advierto de que vengo a hacer una crónica sobre un suceso del que he formado parte. Después de años mirando este mundillo desde la barrera, me he convertido en un elemento de la noticia. Periodismo gonzo en Aki no Anime, damas y caballeros, que no se diga. Ganándonos a pulso el título de socialcomunistas día a día.

El apasionante evento que me trae hoy aquí es que hace unos días pasé la noche en casa de Abnazhor, nuestro resucitado redactor jefe, para una sesión de nomikai otaku en la que pudimos ver unos cuantos animes. Para salpimentar la velada, decidimos que la elección qué ver a continuación recaería sobre el ganador de una partida a Super Smash Bros, pero tras mi victoria en nada menos que las cinco partidas disputadas me sentí mal y decidí dejarle un poco de poder de decisión de todas formas.

Normalmente no tengo mal ganar, pero al tratarse de él voy a publicar la cuenta de resultados para mayor escarnio público:

A la izquierda, los personajes de Snowball, a la derecha los de Abnazhor. Los combates eran a tres vidas, entre paréntesis las vidas restantes tras la batalla.

Ike vs. Marth (2-0)

Snowball (Mii Espadachín) vs Abnazhor (Mii Tirador) (3-0)

Lucina vs. Marth (2-0)

Mugi Kotobuki (Mii Karateka) vs Chihaya Kisaragi (Mii Espadachín) (2-0)

Jigglypuff vs. Meta Knight (1-0)

Dejando la tremenda paliza de lado, esa noche estuvimos viendo animes magníficos y que nos encantan como FLCL, K-On!, Hibike! Euphonium o The Idolmaster; otros bastante más cuestionables como Darwin’s Game y hasta nos aventuramos a ver el primer episodio de la segunda temporada de Re:Zero, lo cual fue prácticamente masoquismo. La decisión fue muy desacertada, ya que era tan terrible que ni siquiera fuimos capaces de terminar el episodio entre gritos de “¡REMU!”, diálogos aburridos y desmembramientos gratuitos. Deberían pagarme por esto, la verdad.

Sin embargo, no he venido a aquí para aburriros hablando de Re:Zero. Todo eso son prolegómenos antes de tocar el que fue el plato fuerte del evento. Esa noche de verano vimos Kabaneri de la Fortaleza de Hierro: La batalla de Unato, la película que sirve de secuela a la serie de 2016 Kabaneri de la Fortaleza de Hierro. Desde que esta película se estrenó el año pasado estaba deseando verla en compañía de este señor, y por suerte no nos ha decepcionado.

Quizá a los que leáis mis artículos serios del blog os sorprenda que sea seguidor de un anime como Kabaneri, y que llegásemos incluso a incluirla en nuestro artículo sobre los mejores animes del 2016. En su momento generó mucha expectación durante sus primeros episodios gracias a combinar los muertos vivientes con una estética steampunk en la era Edo de Japón, con la revista Otaku Bunka llegando a calificarla como “el próximo clásico del anime” (para tanto no da, tampoco nos engañemos). Por desgracia, la ilusión duro poco, siendo denostada por la comunidad tras su emisión completa bajo el argumento de “la trama no tiene sentido”, a lo que a mí me gusta responder: “¿y qué te esperabas?”. Desde el inicio se nota que la obra pone mucho más énfasis en el estilo que en la sustancia, y no querer ver eso es estar ciego.

Siendo el mismo estudio, director y contando con una temática similar, se le acusó de ser la copia mala de Shingeki no Kyojin, lo cual no podría estar más lejos de la realidad. La diferencia radica en que Shingeki dedica mucho tiempo a desarrollar su trama aburrida e insulsa, mientras que Kabaneri lo dedica a sacar músculo en la espectacularidad de su cinematografía, la original estética de su mundo y sus excelentes diseños de personaje de mano de Haruhiko Mikimoto —quien también asumió ese rol en Macross y Gunbuster, creando así a algunos de los personajes más reconocibles del mundo del anime—, aspectos en los que una serie como Shingeki cae muy por debajo.

Kabaneri tiene mucha más personalidad y pasión que la mayoría de animes que salen a la palestra, y tal y como está el patio en la industria eso no es poca cosa. Entre la podredumbre cultural de animes isekai, adaptaciones de novelas ligeras infumables y demás derivados, esto es de lo mejorcito.

Ya le gustaría a cualquier anime tener una Ayame. Como curiosidad os cuento que esta fue la foto de perfil de Abnazhor durante un tiempo.

Esta película pasó muy desapercibida tras el mal recibimiento de la serie, y sin embargo creo que puede ser de agrado incluso para aquellos que no la tuvieron en estima. La cinta narra una batalla en la que toma parte el personal de la Fortaleza de Hierro, siendo una historia autocontenida y que, dándonos más detalles sobre la naturaleza de los zombis de este universo, no deja cabos sueltos hacia otra posible secuela y cuenta con bastante más coherencia interna que la serie. Por si fuera poco, no sólo no escatima en factura técnica sino que redobla esfuerzos en crear planos comunicativos y bien compuestos y en tener una animación fluida.

Quizá la parte más cuestionable de la película es que se centra mucho en Mumei, la deuteragonista, tanto como personaje como…en otros aspectos. En poco más de ochenta minutos de metraje, la cantidad de planos que se centran en sus atributos es muy llamativo. Está claro que al director le gustan más los pechos y los muslos que a un pollero, lo cual está genial, pero al menos podía haber escogido a un personaje que no tuviera doce años. Creo que la idea de Tetsuro Araki fue hacer de esta película un pacto tácito con el espectador para la indulgencia mutua, lo cual…deja que desear. Al menos siempre podremos decir que está ambientado en otra época con otros valores. Que está muy feo juzgar las cosas basándose en premisas culturales intolerantes, hombre.

Corramos un tupido velo, que suficiente tuvimos la semana pasada con Rapeman.

En general, fue una experiencia sensacional, todo lo que hubiera podido pedir de una secuela a la serie y más. Por si todo esto fuera poco, acaba con una secuencia de los personajes principales bailando yosakoi que podéis ver pinchando aquí ridículamente bien animada, haciendo un gran uso de efectos digitales para algo que, si bien es anodino, es muy divertido. Y como dijo la fenomenóloga Yui Hirasawa “las cosas divertidas son divertidas”. Ojalá ver más entregas de esta serie en el futuro.

Y con esto tiro el micro por hoy. Hasta la próxima vez que me saquen de la jaula.

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